EL ABIGEATO EN GRAU.


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Por: Andres Velasquez Barra (Viento Grauino)


Cuídate del grauino, pues, además de robar corazones, roba pertenencias.

Dicho popular.

Al grauino así como al puneño se le puede encontrar en cualquier parte del Perú, inclusive en el exterior. Cuando llega a un lugar determinado, inmediatamente llama la atención de los demás por su actitud franca. Generalmente es músico, trovador y un empedernido mujeriego. Es más, posee una temeraria actitud ya que es famoso por torear toros matreros y domar caballos briosos. Por ahí se dice que no tiene miedo a nada pero sí a su mujer.



Bien. La personalidad descrita parece haber sido configurada por la agreste geografía sumada a la ganadería, una de las actividades primigenias de esta parte del Perú. Empero, parece curioso que un buen porcentaje de grauinos no poseen estos rasgos. No roban ni una gallina, ni lacean a un cerdo. Entonces estamos hablando de un estereotipo, nada más. Cuando hay corridas y doma de potros salvajes, ese porcentaje, se ubica en la tribuna como en los palcos romanos a observar las faenas temerarias de sus valientes representantes.

Pero, ¿de dónde nace ese cliché de abigeo? Para empezar hay que retroceder a los oscuros años del coloniaje, donde los indios fueron obligados a engrosar los ejércitos de los conquistadores, luego sometidos mediante las famosas encomendaciones y repartimientos. Los europeos so pretexto de proteger y evangelizar a los aborígenes como supuestos gentiles, sometieron a una férrea servidumbre. Muchos de ellos se escaparon y, si no se adentraron a la espesa selva, se escondieron en las frías punas de los andes. Con la Guerra de la Independencia y, posteriormente con la infausta Guerra del Pacífico, tanto indios y mestizos formaron las famosas montoneras, quienes mediante la estrategia de la guerra de guerrillas aniquilaron formidables ejércitos enemigos. Finalizada las contiendas bélicas, los oficiales del ejército, ante la creciente deuda interna y externa, fueron pagados con los antiguos repartimientos que posteriormente se convirtieron en haciendas dando lugar a los odiados y al mismo tiempo, alabados gamonales.


De esta realidad no estaba ajena la provincia cusqueña de Cotabambas, pues Apurímac no existía ya que se creó posteriormente. Es así, como aparecen también los famosos apellidos Montesinos, Gonzales, Bocangel, Guevara, Minauro, etc.

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Una sociedad acostumbrada a guerrear encuentra la caja de resonancia con los nuevos amos. Los indios y mestizos juntamente con sus tierras y animales fueron convertidos en una especie de propiedad privada de los gamonales. Familias enteras y muchas veces ayllus enteros estuvieron al servicio del patrón. Obligados a pagar sisas y contribuciones trabajaron por el usufructo de chacras, pastizales y hasta del uso del agua. A cambio de estos servicios, el amo les garantizaba protección y seguridad. En la incesante pugna entre gamonales, los referidos súbditos eran utilizados para robar ganados. Para realizar estas proezas se tenía que adquirir habilidades singulares como cabalgar, atracar, arrear, lacear, etc. Es así como nació el abigeato.

Con la paulatina desaparición del gamonalismo, el abigeato se generalizó y hasta traspasó fronteras a tal punto que este bandolerismo andino mermó florecientes ganaderías en la provincia de Grau, conllevando a muchas familias a la pobreza y la miseria.

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Actualmente aún existen rezagos de abigeos que hacen alarde de esta mala práctica social, alimentados muchas veces, por cuestiones folklóricas.


Hoy en día, en vísperas de entrar a un nuevo centenario, todos los grauinos debemos tener otra mirada y nuestros vecinos deben tener otra percepción de nosotros como grupo humano.


Copiado del Facebook de "Viento Grauino"


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